Go to the edge of the cliff and jump off. Build your wings on the way down.
-Ray Bradbury
Reencontrando.
MAN: But I am a man.
WOMAN: Yes, to a degree. That is a trifle abnormal. But not insurmountable.
-Myrna Lamb, But What Have You Done For Me Lately
WOMAN: Yes, to a degree. That is a trifle abnormal. But not insurmountable.
-Myrna Lamb, But What Have You Done For Me Lately
Una o dos veces por año, con alguna módica variación, sueño algo que es como esto:
Estoy en un pasillo angosto, vacío, de paredes y piso tan blancos que dificultan la visión, iluminado de manera absoluta, con el techo alto, altísimo, que más que verse se adivina allá, muy arriba.
Estoy en cuclillas, en pose de Peter Parker, zapatillas, jean y remera, los brazos flacos llevando las manos al suelo (que está extremadamente frío) por entre los muslos. Voy y vengo con la vista. Una, dos, cien veces. En algún momento, lejos, en uno de los improbables extremos de este pasillo que se presenta a gritos como infinito, se escucha (y ahí recién aparece) el ruido de una puerta que se abre. Es dorada y sólida como el amor y está trabajada (hojas y pájaros y colmillos y abejas y trebejos y anotadores con espiral y muelles de reloj y uvas y crayones y cosas que entiendo como el temor o la esperanza o la ilusión o un apretón de manos) con preciosismo obsesivo, labrada dorado entre dorado, todas sus imágenes apretadas y en total autonomía. La puerta se abre con lentitud tectónica y me pongo de pie.
Enderezo el cuerpo hacia ese extremo de este zaguán celeste y cruzando los brazos me doy un par de golpecitos con las palmas bien abiertas en los hombros. Mano izquierda, hombro derecho, viceversa. Me miro las zapatillas, compruebo que estén bien acordonadas, levanto la vista y camino hacia la puerta.
"Soy un hombre", me digo, mientras avanzo.
Y luego, siempre,
Despierto.
Lenguas aladas silabean los nombres de los hombres.
-Milton, Comus, v.208
-Milton, Comus, v.208
Me elevo lento y cetáceo por un cielo que es de vidrio y es morado y es imposible.
Soy una ballena, soy Fernando y soy una lengua rosada y venosa. Gigante y lento en un cielo que es imposible. Sin ojos (una lengua sin ojos) sé que puedo cantar. Canto mi nombre. Y suena bien. Canto los nombres que amo y se sienten bien.
Despierto.
-Cuando un sueño vuelve sin cesar es que intenta decirte la verdad- dijo Truecacuentos.
-O. S. Card, Alvin Maker: The Seventh Son
-O. S. Card, Alvin Maker: The Seventh Son
- ¿Sabés lo difícil que es?
- Claro, yo comencé esta conversación.
- No te vayas más.
- ¿Yo? Vos te fuiste.
- No, no. Yo estuve ausente físicamente. Vos te fuiste.
- No me vengas con tecnicismos. Y menos con tecnicismos pseudopsicológicos.
- Bueno, volvamos. No por ser puerco espín y hembra y azul la realidad es menos real para mí.
- Eso son un montón de palabras que nada significan.
- Verdad.
- ¿Entonces?
- Eso, idiota.
- No vas a dar el brazo a torcer, ¿no? La gracia está en mi mortificación.
- Si, si… lo sabemos.
- ¿Entonces?
- Eso, es muy difícil estar un tiempo con alguien. Compartir un pucho, una cerveza. O sea: REALMENTE. Ni siquiera hablo de cariño, cosa que nunca voy a poder entender. Hablo de alguien que tenga algo que hacer con el material de uno mismo. No sé si se entiende…
- Se entiende.
- … y no lo digo por pedante…
- Claro, y los peces no cagan en el mar.
- …pero ¿cuántas veces podés encontrar a alguien que aproveche el material que vos proveés? Alguien que catalice tus cosas mejores. No sé como exponerlo sin decir palabras fatales.
- Creo seguirte, pero es ponerte en una posición de superser.
- No, no, no, no. Hacé el siguiente ejercicio: tené cerca a alguien el tiempo suficiente y aislale sus muletillas intelectuales; aislale lo que tiene incorporado por el hecho de ser aquello que estudia; aislale todo casete de sitcom yanqui; aislale todo libreto ingenioso adquirido por el hábito. ¿Qué te queda? ¿Quién te queda?
- No sé, nunca se me ocurriría hacer eso.
- ¿Cuánto tiempo te dura esa cáscara? ¿Cuánto tiempo le dura la cáscara que esa persona ve de vos?
- No me escuchaste antes, ¿no?
- Sí, pero sigo. No queda mucho de casi nadie. Es muy difícil. Coordinar. Esa palabra es la más parecida. ¿Cómo hacés para coordinar con la gente?
- Salís, estás, hablás. Que se yo. Sabés que no sirvo para las cuestiones sociales. Soy un desastre. La imagen viva del flaco con la bolsa de papel en la cabeza.
- Igual digo para coordinar con alguien que…
- Todos son (¿todos somos?) un libreto de consideraciones repetidas, de opiniones seguras, de chistes que no sobrepasan cierto número de variaciones, de una cultura que no excede los límites de un estudio metódico. Es la misma puta seguridad en todo. No hay nadie. Nadie es nadie. ¿Eso es lo que querés que diga? Así no lo hacemos más largo.
- Es un comienzo.
- No sé que decirte, Milton. Quiero despertar.
Despierto.
But more wonderful than the lore of old men and the lore of books is the secret lore of ocean.
-H.P. Lovecraft, The White Ship
-H.P. Lovecraft, The White Ship
Es todo al revés.
La playa es de agua, los médanos, el terreno detrás de mí es de agua, los ciegos edificios de fondo están sobre toneladas y toneladas de agua.
Limpia y seca tierra se acerca y luego se va, arropando y destapando la playa de agua. Deja lo que no puedo dejar de pensar como espuma pero es polvo marrón y seco, tierra elemental que cubre el agua sin disolverse.
Me acerco caminando, descalzo, por el agua hasta la costa y empiezo a desvestirme.
La cabeza de un pájaro sale de entre la tierra y trina suave y ajeno.
Despierto.
Memory is the thing you forget with.
-Alexander Chase, Perspectives
-Alexander Chase, Perspectives
El aire es limpio y frío y trae olor a pasto y a hojas húmedas. Es otoño y el amarillo manda.
Es una plaza grande, ninguna que conozca puntualmente, con un cajón de arena al final de un tobogán rojo y una cansada línea de encadenadas hamacas verdes y azules.
Estiro la mano (es lo único mío que se me presenta en el sueño) y reconozco la granulada superficie de un banco de piedra.
Veo a un hombre que está leyendo, mientras camina, un libro pequeño, de tapas verdes, que lleva abierto con la mano derecha, del otro lado de un estanque pequeño y cuadrangular con una fuente regular en el centro. Tiene anteojos y un vago parecido con Orson Welles. Tiene un abrigo gris y lleva una bolsa de madera marrón en la mano izquierda. Tiene zapatos de punta cuadrada y tiene mi sonrisa.
Se acerca por un camino de piedras pequeñas y heterogéneas y se sienta a mi izquierda. Miramos breves el discurrir del agua y los irrecuperables dibujos de las nubes en el cielo. Escucho su respiración (que es pesada y uniforme), la caricia de las hojas contra las hojas y el mínimo caminar de tres o cuatro palomas que se nos fueron acercando y nos ignoran con muchísima atención.
- ¿Nunca estuvimos acá antes, no?
Me dice, cerrando el libro y dejándolo sobre el banco, junto a la bolsa que se cierra en delgados pliegues de papel sobre papel sobre papel.
- No. No lo creo. No.
Miro los vacíos ojos de una paloma. La más gorda y la más cercana.
- No.
Repito.
- Que curioso. Creí reconocer este paisaje, que te incluía como a los árboles, a las hamacas y a las palomas. Creo que por eso tengo el libro y la bolsa.
Lo miro. No encuentro forma de quebrar el silencio.
- Hoy no va a llover, pero mañana sí. Tratá de no estar aquí mañana si vas a estar así en mangas de camisa. Va a ser una fuerte tormenta.
Me dice y asiento con un repetido movimiento de la barbilla.
Se va por detrás del banco. Escucho los zapatos de punta cuadrada contra las piedras del camino. No volteo.
Abro la bolsa de madera. Dentro hay un sánguche de pollo, pequeño y prolijo, envuelto en una servilleta de papel azul y otra bolsa, también de papel, llena con mendrugos de pan negro.
Le tiro la mitad del pan duro a las palomas y abro el libro donde está el señalador, que es una pequeña reproducción de una espada, de metal brillante y antiguo. Son las páginas 34 y 35. el libro es El Maestro y Margarita, de Bulgákov. Levanto alto las cejas mientras le doy un generoso mordisco al sánguche. Este libro es una de esas cosas que siempre consideré perdidas y que no iba a recuperar si no volvían solas.
Levanto la vista, pienso que sería genial tener un termo de café. Miro el cielo que está radiante y limpio y frío y pienso en que sería muy raro que mañana lloviera. Trago, con cierta incomodidad, el demasiado pollo y el demasiado pan del bocado y comienzo a leer.
Despierto.
Truth is the cry of all, but the game of the few.
-George Berkeley, Siris, 368
-George Berkeley, Siris, 368
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