martes, 8 de noviembre de 2011

Fragmentos II


The primary use of conversation is to satisfy the impulse to talk.
- Santayana


*****

- ¿Y? ¿Qué vas a hacer?

- Vivir.
 
- Ese es un buen plan.
 
- Tan bueno como cualquier otro.

*****

- ¡No!

- ¡Sí!

- ¡No!

- ¡Sí!

- ¡No!

- ¡Te digo que sí!

- Nononononono. No te creo. ¿Todo eso? ¿De verdad?

-¡Sí!

- ¡No!

- ¡Sí!

- Creo que esta es la conversación menos intelectual que tuve en mi vida.

- ¡No!

- ¡Sí!

*****

- Vino. Tomemos vino.

- Siempre es correcto. (Cierra la carta.) Decero, por favor.

- ¿Cuánto vino tomás por semana?

- No voy a responder a eso sin mi abogado presente.

*****

- Soy muchas cosas, que es ser ninguna. Una de las cosas que soy es la suma de mis obsesiones.

- Y eso asciende a...

- El Orden (que es el Caos), Pokémon, la perfección, no dedicarme plenamente a ninguna de las cosas que me gustan, el juego como concepto y objeto, la forma en la que evoluciona el cariño, la degradación (que es el Tiempo), el ajedrez, la amistad, los roedores, los reptiles, las familias bien constituidas, la flacura, la ausencia de derroche, la luz, las nalgas pequeñas, Hideo Kojima, lo felino, la elegancia, la continuidad perfecta entre hadouken y hadouken, los insectos, las arañas, la memoria, el olvido, la verdad...

- ...

- Eso.

- ¿Y el amor?

- Es la suma de todo lo anterior.

- ¿El olvido también?

- No sabés lo mucho que podés querer a alguien una vez que te olvidás de como era.

*****
There is no conversation more boring than the one where everybody agrees.
- Montaigne

lunes, 31 de octubre de 2011

Fragmentos


As far as playing jazz, no other art form, other than conversation, can give the satisfaction of spontaneous interaction.
- Stan Getz


*****

- ... es una pregunta muy ardua.
- (Enarca las cejas, sonríe.) ...
- ¿Cuánto tiempo tengo para responder?
- (Se abotona el saco, mira el cielo casi desnudo, pasa la copa de una mano a la otra.) Todo el tiempo del mundo.
- Oh. Eso lo hace aún más difícil.
- (Se rasca la nuca, sonríe.) Efectivamente.

*****

- ¿Safe European Home?
- ¡ESA! Esa misma. (Tararea y canta en fonética.)
- Sí. Es esa. Que... elección singular.
- Así soy yo.

*****

- Es esa sensación... de... no sé como explicarlo... arrepentirse por algo que hiciste mal y es verdad.
- (Asiente, se le dan bien las palabras.) Contrición.
- ¿Sí? ¿Tiene una palabra?
- (Piensa en que sabe muy bien de lo que habla. Oh, sí.) Sí. Contrición.
- ¿Qué significa exactamente?
- Sin entrar en el terreno de la religión cristiana, que es de donde proviene, arrepentirse por la culpa cometida.
- Bueno, eso. Siento contrición, entonces.
- Salud.

*****

- (Revolea el ascua del pucho como un malabarista de semáforo, alza la voz un poco más alto de lo razonable y de lo íntimo.) ¿Sabés qué es lo que pasa? Que es un imbécil. Y es el tipo de imbécil que tiene mucha suerte. Es el tipo de imbécil que se tira de un cuarto piso y cae sobre un montón de colchones.
- ¿Estás celoso?
- ¡No!
- ...
 - Sí.
- ...
- No lo sé. Lo malo... no... lo que exagera eso, esa cosa abyecta que ya es, es que siempre tiene a alguien competente que, para mi asombro (porque en general admiro a sus subordinados) se ocupa de mantenerlo a salvo.
- Creo que estás celoso.
- (Pis y caca no se rinde. Debería aprender a rendirse.) No. No, no, no. Es un pelotudo. Fijate que ni siquiera sabe hablar. Le deja cualquier operación polisilábica a uno de los de su séquito.
- Pero sabe bailar.
- Andate a la mierda.
- Ce-lo-so.

*****

- (Cree haber llegado al jaque mate.) Decime que la verdad no es lo que yo digo.
- No te voy a decir eso. O, esperá, sí. Te digo eso: la verdad es lo que vos decís. Pero te digo, también, que la sinceridad no es lo mismo.
- (Y de pronto voltea a su rey.) Touché.

*****

- ¿Viste cuando estás contenido, pero no idiota? ¿Cuando nada es forzado? ¿Cuando una mirada que confía en vos y te sabe te da todo lo que necesitás para tener el mundo en el puño cerrado?
- Sí.
- Bueno, polarmente opuesto.

*****


I often quote myself. It adds spice to my conversation.
- George Bernard Shaw

viernes, 28 de octubre de 2011

All You Need is Love



The purpose of art is washing the dust of daily life off our souls
- Pablo Picasso



Este video me lo acercó una jovencita (jovencita hasta el punto de la niñez) catalana a la que semanalmente falto el respeto editándola, siendo que escribe harto mejor que yo y no tiene una sola fisura en forma, fondo o estilo.


Ambos jugamos mucho.
Y lo hablamos.

No voy a extenderme mucho, el video hace que todas mis palabras (hablar sobre propuesta, narrativa, reinvención del idioma, disfrute sensorial) sean supernumerarias.



Un par de consideraciones:


El juego.
El juego es intrínseco al ser humano. Es una de las primeras actividades comunicativas que tiene y es una que mantiene hasta el final de su vida. Desde el sonajero hasta las bochas.
El juego es la manera en la que el lobato aprende a cazar.
Jugar.


El videojuego.


No es un pasatiempo.
No es un lujo.
 

Es, como todo arte, en el ejercicio y en el goce, en producirlo y en disfrutarlo, una forma de ser inmortal. Una forma de cambiar el mundo.
 

Algunas veces en esta vorágine de estímulos y de confusión que dura noventa años y que llamamos vida suelo sentirme perdido, pero otras tantas no me cabe ninguna duda de quién soy.
 

Este video (como una copa de vino, un pucho compartido con un amigo o la empatía con el joven Ishmael y su sacrificada historia) me sopla parte de la respuesta a eso.



Si se le presta un poco de atención al señor Zimmerman en el comienzo, él habla sobre la entrada a una "Ludic Age". Creo venir hablando sobre eso con varios amigos desde hace una buena cantidad de tiempo a esta parte.



Me enorgullece que de la óctuple lista que se propone en el final (Okami, Another World, Elite Beat Agents, Psychonauts, Beyond Good & Evil, REZ, Killer 7, Planescape: Torment) yo haya disfrutado integralmente de todos. 




Jueguen, gente, jueguen.


Salud.





miércoles, 8 de junio de 2011

Peanuts



Sometimes I lie awake at night and I ask, "Why me?", then a voice answers "Nothing personal, your name just happened to come up."
-Charlie Brown, Peanuts


No sé si alguna vez soñé con un strip. Con una tira de cómic. No me animo a dar un veredicto final sobre eso. No recuerdo, sin embargo, otra ocasión en la que lo haya hecho.

Anoche me fui a dormir (esa cosa que se aproxima a meterse en la cama a descansar) y, Lord Jim, vaso de agua y pucho de por medio, me fui apagando con una pregunta.

Es regla que las preguntas se repitan e, incluso, que parezca que son siempre las mismas.
Son dos o tres, no más, que hacen de satélites que orbitan lo irresoluble de la mente o del alma y que nunca dejan de giran ni de crear mareas.

Vuelvo.

La cosa es que

Soñé con Snoopy,

Es un strip que evoco, preciso pero vago, de cuando todo lo que leía era físico.
Recuerdo, sí, el formato del libro en el que lo leí como si fuera hoy: una compilación en tapa blanda, en inglés, de strips de Peanuts. Si no recuerdo mal (y no creo hacerlo) era de Owl Books y Charlie Brown y el verde fosforescente dominaban la cubierta, que tenía texto en amarillo. Yo tenía diez u once años y tanto el inglés como muchísima de la sutileza psicológica del mundo de Peanuts se me escapaban en porciones similares. Lo disfrutaba, creo, a mi manera. Me gustaba Snoopy, me gustaba Woodstock (como a todo chico, iba primero por los animales) pero no entendía algunas de sus reflexiones.

Vuelvo.


con un strip de cuatro viñetas.


Este es uno de los muchos strips en los que Snoopy está con la máquina de escribir (la palabra typewriter es TAN bonita). Me gustaban esos particularmente porque rompían la narrativa de globos y me gustaba (me gustó siempre, lo hace ahora) la letra que usaba Schulz para mostrar la escritura de Snoopy.



No tengo forma de armar el sueño con palabras. Es la tira: entera y viñeta a viñeta. Es secuencial, es directo... pero también es constante, y es progresivo y es inmediato... no sé. Nunca fue difícil describir lo caótico de los sueños, pero sí lo es lo narrativamente improbable.
La cuestión es que lo entendí, entero, y que lo que veo y leo y escucho y comprendo y me entra, para decirlo de alguna forma, por todos lados, verbatim,


Porque juro que hace tres horas y dos pavas de mate y varias pasadas a CDs de White Stripes que estoy gastando la internet buscándola y no la encuentro.


es lo siguiente:


Viñeta 1: [Snoopy, sobre la cucha, escribiendo con su máquina de escribir] "Do you love me?" she asked. "Of course", he said.

Viñeta 2: [Snoopy, sobre la cucha, escribiendo con su máquina de escribir] "Do you really love me?" she asked. "Of course", he said.

Viñeta 3: [Snoopy, sobre la cucha, escribiendo con su máquina de escribir] "Do you really REALLY love me?" she asked. "No", he said.

Viñeta 4: [Snoopy, sobre la cucha, escribiendo con su máquina de escribir] "Do you love me?" she asked. "Of course", he said. So she asked no more.


Luego, despierto.


La recuerdo, ahora lo entiendo, porque la recuperé en la mudanza que tuve a los quince y, como en todas las mudanzas, aparecieron mementos del mágico pasado que se escondían dentro de cajones poco visitados o en el medio de libros más grandes o (caso real, un muñeco de G.I. Joe por el que mantuve luto durante casi un año) dentro de nunca concurridos paragüeros.


A los diez u once ese strip no me produjo nada salvo la sonrisa de ver a un perro escribiendo a máquina en el techo de su cucha. A esa edad la palabra amor es, además de algo irreal, casi vergonzante. Uno no ama con palabras. Uno la asocia (y también con vergüenza) a las manos de mamá y la voz de papá, pero no hay lugar para la palabra amor. Porque, afortunadamente, se está demasiado tiempo aprendiendo y amando en serio como para ponerse a teorizar sobre eso. Amor, a los diez u once, es esa estúpida y supernumeraria parte de la peli en la que se pierden quince minutos porque el protagonista y la chica deciden histeriquearse y luego besarse en lugar de estar, como deberían, carajo, pilotando cazas estelares entre monumentales cruceros enemigos o enfrentando dinosaurios con plateadas y duras pistolas o escapando de algún pelado con monóculo, acento alemán y trampas que involucran sierras y, de alguna feliz manera, tiburones blancos.


A los quince me llegó de otra manera.


"Dejemos las conclusiones para los idiotas", dijo Pío Baroja alguna vez y en este caso le doy la derecha.


Escribo por dos cosas.
No, por tres: por la Maravilla, que siempre arde; por recuperar otra vez, y en otra mudanza harto más compleja y harto más importante y harto más larga algo que, como todo lo que te vuelve cuando no lo poseés, es íntimamente tuyo y por el serio carácter del Sueño, que no cede ante la tentación de lo obvio y te da preguntas cuando te vas a dormir con preguntas.


Alguna vez lo escribí, en el teléfono, probablemente ebrio, el lo alto de una noche perdida: a cierta hora de la noche, hacer preguntas es muchísimo más difícil (y, agrego ahora, más peligroso) que dar respuestas.


Sometimes I lie awake at night, and I ask, "Where have I gone wrong?" Then a voice says to me, "This is going to take more than one night."
-Charlie Brown, Peanuts

lunes, 6 de junio de 2011

Percussion - Repercussion


Todo, todo, todo, todo se trata de la gente que aún estás por conocer.
- Alguien, no recuerdo quien. Bien pude haber sido yo.


Este viernes que se fue me volvió, luego de navegar un laberinto de mails que no iban a eso, el .doc original, que había perdido junto a un disco rígido y tres libros, de una anotación vieja.

Los originales de los .docs que luego se hacen carne de blog son interesantes (permítaseme la exageración) porque abundan en notas que luego no ven la luz y de correcciones y descorrecciones (no borro cuando escribo algo que luego no quiero, tacho, así, ¿viste?) y de idas y vueltas y de desórdenes de párrafos y abundancia de repeticiones y de escribir en colores varios y fonts diversas.

Este fue un finde profundo, frío, sobrecargado de información mala onda y de noche polar. El domingo empezó tarde y me encontré en un momento pensando en qué hacer con tanto tiempo. Ahí me volvió una frase que supe usar y querer y que, oh, casualidad, está en este viejo y desprolijo escrito: linda como un domingo.

El escrito recuperado trata (de forma insuficiente, como es mi costumbre) de entender que gente diversa e incluso polarmente opuesta puede tener los mismos sueños. Salí, miré gente. Pensé en como es el domingo de cada uno. En cómo era mi domingo. En cómo era tu domingo. en las coincidencias y su ausencia.

Lo que sigue es de Septiembre del 2007. Iba a jugar un torneo de Magic, había tenido un sueño que quería recordar pero no analizar. Y coincidí. En esa época, como en este Abril último, le faltaba el respeto a William Blake tratando de entenderlo en su idioma. Ya no me sorprenden las coincidencias. Hace un buen rato que lo que sucede a diario es un juego delicadísimo de sutiles coincidencias y de espejos que apenas si se mueven, que se desplazan bailando una danza que a veces es cruel, pero que siempre es hermosa.

Transcribo y renuevo, por las coincidencias:


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Milton XLVII


Sweet dreams, form a shade
O’er my lovely infant’s head;
Sweet dreams of pleasant streams
By happy, silent, moony beams.


Se acaba de ir el tren que va para el otro lado. Las ratas desaparecieron antes.
Ya pasaron cinco de los diez minutos de demora y la llovizna se pone un poco más generosa con los que estamos (no somos más que dos) en la punta sin cobertura de este andén.
Pienso en que tengo que conseguir un Solífugo porque si no voy a hacer un papel aún más desastroso de lo que creía; pienso en Milla Jovovich (ayer vi, otra vez, The Fifth Element); pienso (ya que lo estoy escuchando) que habrá sido de los flacos de Candlebox; pienso en la lluvia, que es un placer elemental que nos negamos porque siempre cargamos con cosas que no deberían mojarse; pienso en como soy esclavo de lo que tengo (como me tiene lo que tengo) pero, en el fondo, pienso en el sueño.
Odio interpretar.


Sweet sleep, with soft down
Weave thy brows an infant crown.
Sweep sleep, Angel mild,
Hover o’er my happy child.


Odio pensar en significados ocultos.
Me molestan los dobles sentidos, las conversaciones oblicuas, me gustaría disfrutar del sueño en lugar de tener que sentirme obligado a destejerlo en simbologías.
Candlebox le deja lugar a The Flaming Lips y las doce personas que estamos en el andén nos repartimos las puertas del tren que acaba de llegar.
No somos muchos en el vagón. Me siento, las puertas cierran y me dedico a ordenar el sideboard (el intento de) y pienso en porqué le dedico un día libre a esto.
Una mano mugrosa y pequeña se agita adelante de mi cara.
Alzo la cabeza, molesto.
Es un pibito. No sabría calcularle la edad, la vida le mintió a él y seguro le miente a cualquiera que lo mire. Tiene la nariz redondita y mínima; la boca le ocupa casi toda la cara.
-Me llamo Diego, -me dice y me agita la mano de vuelta -¿Cómo estás?


[no voy a agregar color local ni modismos al hablar (nada de “eh, amigoh” o similares) ni en su conversación ni en lo que me relata luego. Sería un error. Sí voy a cometer otro error: el de agregar rasgos circunstanciales y de pasarle barniz a lo que diga, porque no puedo evitarlo.]


-Bien. Mojado.
Nos saludamos.
-¿Cómo te llamás?
-Pol.
Se ríe. Esa risa suena bien.


Sweet smiles, in the night
Hover over my delight;
Sweet smiles, Mother’s smiles,
All the livelong night beguiles.


-Andá… ¿Qué es eso? –señala a un Groundbreaker, mi (luego falsa) esperanza contra control.
-Nada, boludeces.
Guardo las cosas.
Se sienta en el apoyabrazos.
-¿Tenés una ayuda?
Tengo algunas monedas en el bolsillo de la campera, vuelto del boleto. Me doy cuenta de que no saqué el pase del subte. Que boludo. No soy de dar monedas. Se las doy.
-¿De qué cuadro sos?
Pienso en si eso será su forma de decir gracias. Tiene una pulserita con bolitas que alguna vez fueron azules y que alguna vez fueron amarillas.
-De Boca- miento por segunda vez en una conversación de no más de dos minutos.
Sonríe. Se guarda las monedas.
-Aguante.
No se va. Se queda sentado ahí.


Sweet moans, dovelike sighs,
Chase not slumber from thy eyes.
Sweet moans, sweeter smiles,
All the dovelike moans beguiles.


[no sé porqué lo hice.]


-¿Cuándo fue la última vez que soñaste y qué fue lo que soñaste? ¿Te acordás?
Silencio.
Me mira con muchísima desconfianza. Yo me muero de vergüenza. Tampoco sé porqué. Una vieja, un par de asientos frente a nosotros, nos mira con evidente desagrado. A ambos.
-Vieja puta –digo. En voz baja.
Se relaja. Sonríe otra vez.
No sé que decir.


Sleep, sleep, happy child,
All creation slept and smil’d;
Sleep, sleep, happy sleep,
While o’er thee thy mother weep.


***[el sueño]***


Detrás de tanta chapa y ropa colgada, detrás de soltar la incómoda mochila o la vergonzante pila de fotocopias para el tren, pasando la casilla última y los gritos de la vieja está la libertad.
Una terrosa y descampada extensión de libertad. Un par de arbustos raquíticos, un caballo que está ahí desde siempre y algunos montones de piedras salpicadas por acá y allá son la única decoración que el potrero necesita.


[le cuento (trato de contarle) que en Ituzaingó, cuando yo era muy pibe, también teníamos una cancha de tierra. Me mira molesto. tiene razón. me callo.]


Lo demás, el corazón, es aire y es tierra.
En esa tierra se agarró a piñas y cobró y se limpió los mocos y las lágrimas y la sangre ahí mismo y aprendió a que lo fajen cada vez menos.
En esa tierra jugó a la pelota hasta que le dolieron las tripas de hambre y le dolió el costado de correr y de reírse.
Hasta ahí va siempre que puede, que cada vez es menos.
Hasta ahí va ahora, con una pelota número cinco flamante, de un blanco heroico, redonda como el sol y linda como un domingo.
La va llevando, pegadita a la zurda, mientras se va metiendo hasta el medio de la canchita, todo vestido de azul y oro, los pelos de cepillo parados y llenos de fijador y la sonrisa tan grande que le come la cara.
Se para, pone la redonda debajo de la derecha y levanta la cabeza.
Ahí adelante, a unos veinticinco metros, está su viejo.
Es enorme, gigante, debe medir


[luego de discutir un poco sobre alturas llegamos a una conclusión.]


como cinco metros.
Está en cueros y con unos jeans blancos y gastados y algo mugrosos.
Está en cueros y tiene el color de la madera cuando se hace vieja. El pelo que se le está haciendo blanco desde hace unos años gobierna, enrulado, una cara que tiene unos ojos chiquitos y negros que siempre se esconden detrás de un montonazo de patas de gallo y otro montonazo de derrames.
Una cara vieja y sonriente (cada vez menos) que él sabe obedecer y querer sin chistar, sin la más mínima sombra de duda. Obedecer y querer sin chistar es más sano para el cuerpo.
Está ahí, gigante y quieto, con las manos sobre las rodillas, el cuerpo inclinado hacia adelante.
Su papá se yergue y su sombra se derrama hasta donde está él. Tiene un agujero en el medio del pecho. Se puede ver lo azul del cielo y alguna que otra copa de árbol a lo lejos por el agujero. No le parece raro. Un agujero perfecto, redondo, en el medio del pecho. Su papá se ríe. Mucho y fuerte. Tose, como lo hace desde que él tiene memoria, y escupe algo bastante grande y caliente hacia un costado.
Él se estira una media, luego hace rodar la pelota un toque y toma carrera. Una carrera corta, de crack.
Mira de nuevo el agujero y la cara de su viejo. Éste se sonríe y le guiña un ojo. Se pone la mano derecha sobre el pecho, haciendo que disminuya la luz considerablemente.
Cinco banderines irregulares de luz se recortan en el suelo y en el pecho de su viejo.
Da dos pasos, tranquilo, serio, con la lengüita asomada en un costado de la cara y le mete un shuto elegante y seco a la bocha con la parte interna del pie izquierdo.
La pelota se eleva y, como no podía ser de otra manera, atraviesa limpia y triunfal por el al agujero del pecho de su viejo, entre los dedos índice y medio.
Su viejo ya no ríe, lo mira con bronca y se va deshaciendo, de arriba hacia abajo, cayendo como el helado cuando hace muchísimo calor, y se va poniendo como esa cosa marrón y caliente que suele escupir.
Él grita el gol, con toda su fuerza, con la boca abierta en una O infinta. Grita y corre y grita y corre con los brazos abiertos. Como un avión, como un pájaro azul y oro.
Grita y corre y se derrama de alegría en el grito de gol. Y grita y corre con los brazos abiertos como un avión y llora y llora y llora. Y grita y llora y se deshace (desaparece, quiero decir) en el aire, aún gritando y llorando.


Luego, despierta.

****************


Sweet babe, in thy face
Holy image I can trace.
Sweet babe, once like thee,
Thy maker lay and wept for me,


¿Cuántos sueños se sueñan en silencio?
¿Cuántos sueños mueren en serio con la vigilia?
¿Cuántos sueños extraños a los nuestros se enroscan y desatan en el vacío y negro terciopelo del dormir de Los Demás?
¿Cuántos de esos sueños que no entendemos de gentes que no conoceremos jamás podrían tranquilamente ser compadres de nuestros sueños?


Wept for me, for thee, for all,
When he was an infant small
Thou his image ever see,
Heavenly face that smiles on thee,


¿Cuándo fue la última vez que lloraste en un sueño y qué (quién, quienes) fue lo que lloraste? ¿Te acordás?


Smiles on thee, on me, on all;
Who became an infant small.
Infant smiles are his own smiles;
Heaven & earth to peace beguiles.

-William Blake, A Cradle Song


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Y nunca me arrepentí de tomarme el tiempo y la labor de conocerte otra vez.
- Lord Byron, Writings

lunes, 30 de mayo de 2011

Turn and face the strain


Algún hombre es algún mortal.
Ningún tigre es algún humano.
- Hamilton



[- la noche anterior (la noche del viernes) me había cruzado en Van Koning con Sergio. Fue, como siempre, incómodo y desgastante y forzadamente trivial y me produjo, como siempre, esa bronca de sentirme una villana a la que me prometí desde hace rato solventar.]


Estoy en una estancia enorme y oscura. Entiendo, luego de caminar cautelosa en cuatro patas y olfatear un poco, que es una especie de cocina. Una cocina gigante y poco ortodoxa, pero cocina al fin. Hay largas hileras de mesadas que se repiten rectas e interminables en la oscuridad. Hay docenas de parejas heladeras blancas contra una de las paredes. Hay mesas inverosímilmente grandes con manteles a cuadros blancos y negros. Hay olor a carne cruda y a carne cocida y hay el zumbido sordo de los motores de las heladeras que cortan y arrancan sin ninguna coordinación.

Siento que quiero agua y huelo el aire. Voy paralela a una de las muchas mesadas y promediándola me paro sobre mis patas traseras y meto el hocico en la bacha repleta de agua fresca y clara.

Soy un puma. O una leona, no lo sé. No tengo forma de sentirlo. Soy dorada y musculosa y sana y tengo las zarpas enormes y bien cuidadas.

Salto sobre la mesada con un esfuerzo mínimo y recorro la estancia desde esa altura. Está oscuro y vacío. Escucho, tímido, por sobre la monotonía del ruido de las heladeras, un respirar irregular e intranquilo.

Sé, inmediatamente, que es Sergio. Tengo hambre, súbitamente. Voy.

Salto, felina,


[- esta es una de las partes que más disfruté de esto, la sensación de sentirme realmente gata.]


a la siguiente mesada paralela, que abunda en cacerolas y coladores y cuchillas y luego salto a la que viene después, que tiene bandejas con pollo y papas y un matambre sin cocer. No me detengo. No me interesa eso.

Llego, diagonal, a una mesada de acero inoxidable, más ancha que las anteriores, más fría y, salvo por el hombre desnudo y dormido que tiene en el centro, vacía.

Veo a Sergio dormir como lo ví siempre: la cara de nene, la boca entreabierta, el vientre duro y hermoso, un brazo sobre el pecho, el pelo sobre los ojos, el pene descansando sobre el interior del muslo, el invariable concierto de su mal respirar, el tatuaje de la pantorrilla y las uñas comidas hasta lo imposible.

Huelo el aire. Avidez.


[- esa palabra no la usé nunca. es la primera vez que la entiendo.]


Veo a Sergio dormir como no lo ví nunca: ínfimo, exánime, ajeno, presa.

Avidez. Imagino romperle el cuerpo y llenarme la boca de sangre caliente y espesa que me baje por las fauces y me anegue el esófago. Imagino el tironear la carne con mi recia quijada y el ruido de los músculos al rasgarse. Imagino mis poderosísimas patas sobre el pecho quebrado y muerto y la satisfacción y la saciedad.

Lo miro. Lo miro mucho y profundamente con mis ojos amarillos. Lo veo y lo desprecio. La avidez ceja.

Me bajo de la mesada y me voy sin mirar atrás, sin dejar de escuchar en todo momento su trabajoso respirar, que alguna vez fue una sonrisa y una seguridad en lo alto de la noche, con un libro en la mano y el insomnio en la cama y ahora es un enfermo sonar casi desconocido.


Despierto.



[- aquella mañana amanecí del otro lado de la cama, muy temprano, me duché larguísimo y decidí desayunar fuera de casa. me vestí con lo mejor que tengo, apagué el teléfono cuando me llamó el flaco con el que me estoy viendo más regularmente y me sentí bien y segura todo el día. aún lo hago. pensé varias veces si charlar esto con vos o no. porque sé que es lo último y temía volver a sentirme culpable o volver a sentir esa villanía de la que te hablaba antes. pero no. es un cambio que no se siente como tal.
- tal vez ese sea el único cambio real.]



What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry?
-William Blake, The Tyger, from Songs of Experience


sábado, 28 de mayo de 2011

Three Visits


Sir Howard: It is the truth, Cicely, and nothing but the truth. But the English Law requires a witness to tell the whole truth.
Lady Cicely: What nonsense! As if anybody ever knew the whole truth about anything!
- George Bernard Shaw, Captain Brassbound's Conversion



- Anteanoche te soñé.

- ¿Me soñaste? ¿O soñaste conmigo?

- ¿La diferencia?

- Oh, bueno, si soñás conmigo es porque estoy ahí, ejerciendo aquello que sea que ejerza...

- Callate, prefiero no saberlo a escucharte cuando te ponés así. Soñé y vos estabas en el sueño.

- ¿Un buen sueño?

- Sinceramente no lo recuerdo.

- Oh.

- ¿Oh?

- Psssé... es algo desmoralizante estar en un sueño sin trascendencia.

- Debe haber estado bien. Desperté de buen ánimo.

- Pero no lo recordás.

- Algo... había cactus... cuando son muchos, ¿cómo se dice?

- Cactuses y cactus son correctas.

- Bueno había cactus, pero varios, y pájaros marrones y estaba yo con un vestido amarillo muy corto y los pies descalzos y había mucho sol y un río muy finito de agua clara.

- La palabra es angosto. ¿Y yo?

- ¿Qué?

- ¿Qué hacía?

- No lo recuerdo.

- Oh.

- La cosa es que los cactus brillaban muchísimo, eran de un verde que no parecía vegetal. Y eran lindísimos. Y olían bien. El agua olía bien. Y yo jugaba con los pies descalzos contra los cactus y no me pinchaban y me daba un frescor súper lindo que me subía por las piernas y se me metía por dentro de los muslos. Creo que no usaba bombacha.

- ¿Y yo?

- Vos seguro usabas bombacha.

- ...

- No, posta, no recuerdo ni cuándo ni cómo ni dónde ni de qué manera estabas.

- Pero, ¿Estaba?

- Sí, seguro. Sencillamente no puedo recordar nada concreto. Están esas imágenes y sensaciones.

- OK. Cactus.

- Sí. Frescos como pepinos en ensalada.



You have called me here, Haroun. It is unwise to summon what you cannot dismiss.
-Dream, in SANDMAN #50: "Ramadan"



- ¿Alguna vez viste Siberia?

- No.

Veo Siberia.
Es lo más cercano a ver el Infinito a lo que creo haber llegado. Una extensión imposible de nieve gris y de nieve blanca, con desprolijos islotes de pinares desparramados de manera insuficiente. Veo/siento la falta de vida. Lo que no está hecho para el hombre. Lo inaccesible. La AUSENCIA. Me sacudo el frío y la tristeza, me deshago de lugares que jamás fueron pisados, de cosas blancas y húmedas y sin dueño y vuelvo.

- Mierda.

Digo.

- ¿Alguna vez viste el Águila?

- Sí. Ví. No a la de los norteamericanos, que imagino que debe ser el águila idea...

- No. No una águila. El Águila.

- No.

Veo el Águila.
Siento lo rapaz y el matrimonio con el viento. Siento lo caliente del vientre abierto de la serpiente y la Visión que se estira y se desdobla y se curva hasta el horizonte. Sé predador, sé implacable, sé Señor de vastas extensiones de aire, que es el Universo, eso siento/escucho dentro mío. Siento el tarso poderoso y desgarrador, siento el polvo del aire y entiendo el grito que llama a la soledad y el grito que llama a la compañía. Siento la satisfacción de la espera paciente y el deseo ardiente de tener crías, de perpetuar la historia de plumas y músculos y picos y garras que se viene tejiendo durante cientos de miles de años. Siento la Singularidad de El Águila y vuelvo.

-Mierda.

Digo.

- ¿Alguna vez lo viste a Él?

Sonrío. Por dentro. Tengo miedo y ansiedad.

- No. Traté, pero siempre se me escapa.

Sonrío. Por fuera.

Veo a Él.
Veo la asombrada infancia y lo inquebrantable de la hermandad. Veo/siento el calor de la cocina y la canción materna al preparar la cena. Veo una pelea temprana y un llanto solitario en las privadas ramas de un árbol mágico. Veo la vertiginosa adolescencia y el ardor por encajar, veo la música y la censura, veo el deseo y la forma en la que crece la imagen de la mujer. Veo la admiración y la vergüenza. Veo el compromiso con sus valores y el dolor del rechazo. Veo las promesas y el imprudente uso del todo y del para siempre y del nunca. Veo lo negro del orgullo. Veo la entrada de gala al Mundo y la forma en la que las cosas se hacen viejas y se ensucian y se orinan y se corrompen. Veo la forma en la que la Vida mata todo lo que está mal y la redención con una sonrisa y un lento acariciar a cabellos ajenos. Veo sus fortalezas y sus vergüenzas, veo sus días de brillo y sus abismos insondables. Veo el cansancio de abrazar y veo la limpieza de sol que el amor le da a un montón de patear sin sentido. Veo el Jardín y la plenitud del tándem. Veo la forma en la que el Jardín decae y las sombras crecen. Veo/siento sexo y necesidad y una sonrisa, que es lo único que no va a cambiar jamás. Veo un pene y un cigarrillo y unos ojos hambrientos y cientos de miles de palabras de lustre variado que son escudo y arma y maldición y amor y vuelvo.

No fue tan difícil.

- Mierda.

Digo.

- ¿Alguna vez la viste a Ella?

Me pregunta Ella, con la misma voz que le conocí siempre.

- Sí. Dos veces.

La veo a Ella.

Despierto.

- Mierda.

Digo.



If I can't picture it, I can't understand it.
- Albert Einstein



- Soñé música.

- ¿Con música?

- No. Música. Y nada más.

- ¿Cómo es?

- No encuentro ninguna forma de decírtelo.

- Música. Sin espacio. Sin arriba ni abajo.

- Música. Pura.

- Sin color, sin calor.

- Ahá. Cuanto más avanza el día más se me escapa. En algún momento voy a confundirlo con todo lo demás y voy a olvidarlo. Pero la soné, te juro.

- Puedo imaginármelo. Nunca me pasó. Y parece inasible, pero puedo pensar y creo que puedo imaginarlo.

- Gracias.