domingo, 18 de diciembre de 2005

Milton XIII


Volvemos, siempre volvemos a lo mismo.
Encerrado en el incesante laberinto que el tiempo nos impone y nosotros llamamos vida, mi estupidez me propone las mismas empecinadas preguntas en forma periódica.


No así. Lo que mi barro ha bendecido
no lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;
sé que en la eternidad perdura y arde
lo mucho y precioso que he perdido:
esa fragua, esa luna y esa tarde.


-Pero, seriamente, ¿me decís que no existe?, ¿o me decís que existe? Ponete de acuerdo.

-A eso voy. No lo sé. No lo creo. El olvido olvido. Bah, tal vez yo no pueda practicarlo.

-Blah…

-O sea: uno cree que siempre olvida, cosas que vos o yo decimos a diario: “me olvidé las llaves”;“¡Uhh! me olvidé de llamarte”;”olvidé la tabla del dos”;”olvidate de todo, tomate otra birra”…

-Eso. Cerveza. (Milton tiene la fortuna de que en su especie la panza cervecera se considera un hábito estético agradable. Destapa con delicadas garras –ya está canchera- otra Heineken de litro.) Si, te escucho. (Me dice mientras pela maníes con la facilidad con la que Optimus Prime diría “Autobots transfórmense y avancen”.) Además no es que esté en desacuerdo con vos. Sino que creo que habría que hablar de distintos olvidos. De diferentes grados de recuerdo. El Olvido Universal y el olvido del hombre. Que no deja de ser un granito de arena en la playa del tiempo y del recuerdo. Y además creo que casi nada merece ser recordado. Todo vuelve a pasar. Con infinito tiempo, todo vuelve.

-¿Entonces el Olvido Universal no existe y el olvido en minúsculas si?

-Sorta.

-No lo sé. No pienso eso hoy.

-¿Entonces? (la sonriente ascua del cigarrillo dibuja un círculo alrededor de la cara de Milton, ahora que la oscuridad del crepúsculo va ganando terreno.)


Deeds wich populate the dimensions of space and which reach their end when someone dies may cause us wonderment, but one thing, or an infinite number of things, dies in every final agony, unless there is a universal memory as the theosophists have conjectured. In time there was a day that extinguished the last eyes to see Christ; the battle of Junín and the love of Helen died with the death of a man. What will die with me when I die, what pathetic or fragile will the world lose? The voice of Macedonio Fernández, the image of a red horse in the vacant lot at Serrano and Charcas, a bar of sulphur in the drawer of a mahogany desk?


-Supongo, como ya hemos discutido, que el olvido final y verdadero es la muerte.

-¿O sea que hay que ser fiambre para perder la imagen de la figurita 34 del álbum de los Thundercats? ¿O la cara del sodero de tu casa primera? ¿O la lista del curso de cuarto grado? (sonrisa. Adoro esa sonrisa. Si fuera mi hija, sería ese rasgo lo más cercano que hubiera heredado de mí.)

-Tal vez. O tal vez no hace falta ser tan ridículo como para proponer eso. Pero ya que querés llevarlo a términos absurdos, sí.

-…

-Por ejemplo… la lista del curso de cuarto grado se hizo olvido cuando murió aquella persona a la que le importaba, cuando esa persona murió y pasó a ser una persona que en su parcela de recuerdos atesora, y mantiene vivos, la forma precisa de las marcas del uso en un joystick, o la manera en la que se le marca la remera a la prima de un amigo, o el ruido que hacen las Criollitas cuando se parten por mucha presión con el cuchillo y la manteca.

-Oh… estás muy cerca del arco y no me puse los guantes.

-(Sonrisa.) A eso voy. Esas pequeñas muertes. Esos pequeños suicidios que uno tiene y que generalmente pasan inadvertidos.

-O.K. Gol. Uno a cero. Pero tengo que decirte que, entonces, estás refutando tu propia proposición primaria.

-¿No existe el olvido?

-Ajap.

-No existe el olvido selectivo. Uno no puede hacerse un mini seppuku para olvidar a propósito. Yo no puedo. Por más doloroso que sea. No existe la eutanasia de recuerdos.

-Pero olvidaste alguna vez. O querés hacerlo. ¿Qué es lo que te abruma? ¿El olor de tus muchas muertes o la imposibilidad de matar ahora?

-Me preocupa el monopolio de la cerveza.

-Mea culpa. (La botella se acerca, como guiada por la furiosa cabeza del cigarrillo.)

-Me molestar olvidar, cualquier cosa. Y me molesta recordar cuando el olvido es la respuesta correcta. Pero más me preocupa la muerte de cosas que yo juzgaba eternas o, mejor dicho, dentro de la eternidad de mi existencia. No sé si el muerto estaba más vivo que el sobreviviente.

-La muerte es lo único fatal. Pero a veces se vuelve de la muerte.

-Sí, pero, ¿en qué forma? Un zombi que recuerda no deja de ser un zombi.

-¿Tas jodido?

-No. No lo creo. No lo sé.

-Los trucos del arcade del 1942.

-¿?

-¿Olvidaste eso?

-¿La forma de poner las palancas para tener las armas?

-Naturalmente.

-Si, aún recuerdo algunas… pero me acuerdo de los trucos para el zapatito del Bubble Bobble, y para los caramelitos.

-No es tan grave, entonces.

-Los cadáveres recientes apestan.

-Olvidate de todo, tomate otra birra.

-Amén.


He could reconstruct all his dreams, all his fancies. Two or three times he had reconstructed an entire day. He told me: I have more memories in myself alone than all men have had since the world was a world. And again: My dreams are like your vigils. And again, toward dawn: My memory, sir, is like a garbage disposal.


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