Cortarse las uñas de los dedos de los pies en un patio inundado de sol es una experiencia renovadora. La primavera, siempre eterna, siempre nueva, se derrama con particular derroche de calor y claridad hoy.
-A heap of broken images, where the sun beats,-
Se rompe un ruido, me sobresalto, es un perro, sí, pero tiene algo de coyote en el fondo. Nunca escuché un coyote, no entiendo porqué pienso en eso. Dejo la tijera en el suelo y la uña del pulgar del pié derecho colgando.
-And the dead tree gives no shelter, the cricket no relief,-
La bucólica luz azul dorada del sol deja de ser. Todo parece haberse teñido de un ocre inmemorial. Elemental, sempiterno. Supongo, otra vez de una forma instintiva, que una luz así debe haber saludado el nacimiento de las montañas.
-And the dry stone no sound of water. Only-
Otro ruido. Una especie de crack apagado y lejano. Algo sucede en la terraza. Tengo sed, mucha sed. Y el sentimiento de estar pisando tierra muy fina y muy seca con los pies desnudos. Comienzo a subir la escalera. Se repite el crack. Vuelvo a tener esa sensación de asociación, pero esta vez no logro definirla.
-There is shadow under this red rock,-
Es como miedo (del útil, del que te mantiene alerta, del que te aprieta el estómago con el fuerte y delicioso alambre de la adrenalina), soledad, una solitaria e inmensa vastedad plana… peligro vertiginoso y noches de titánico cielo anegadas de estrellas. La escalera parece inmensa, irregular, de roca primigenia. Sigo subiendo.
-(Come in under the shadow of this red rock),-
El sol inunda sin la tregua de una sombra las baldosas rojas de la terraza. Y la luz resultante tatúa todo el paisaje de un rosa seco, apagado. Como si hubiera sido pintado antes de que el tiempo comenzara con tiza roja por algún dios aburrido. Sólo debajo del tanque de agua hay un descanso a tanto rosa viejo. Ahí está Hera, mi doberman. Pienso: Mierda, ella es el coyote.
-And I will show you something different from either-
Hera ni siquera nota mi presencia, está mirando hacia la medianera que separa mi terraza del techo arqueado de fibra de vidrio de la fábrica de pinturas de al lado. Me cuesta algo levantar la vista, pero una vez que lo hago sigo sorprendiéndome: Tumba (otro de mis perros, un bretón español hembra) mira alerta hacia el tanque de agua. Tiene los pelos de la espalda erizados –pienso, otra vez sin saber porqué, en crines, pienso en lazos, pienso en caminos que no son caminos y en viajes prolongados y azarosos- y entonces caigo en otro detalle fantástico. Tumba está ensillada. Asiento, cincha, estribos, carrilleras, riendas… todo en la misma diminuta proporción. Y entonces la veo.
-Your shadow in the morning striding behind you-
Recortada en azul eléctrico sobre el azul eterno del cielo limpio de este desierto que es mi terraza hoy, el sombrero echado levemente hacia atrás y el costado derecho y un pañuelo muy suelto atado al cuello; el rostro sin ninguna sombra de expresión, los músculos tensos pero elásticos, las piernas suavemente flexionadas; un par de cintos atados muy, muy bajos cruzando las caderas peludas: Milton me mira.
-Or your shadow at evening rising to meet you;-
Hay algo eterno en sus ojos. Negros hasta el dolor, brillantes pozos de brea que parecen ser todas las noches que tuvo esta tierra concentradas en dos puntos. No sonríe, pero es como si lo hiciera. Abro y cierro los puños, me pican las puntas de los dedos. Hay un grito eterno de desierto, de atardeceres morados, de silenciosas cabalgatas y del fuego frío de las armas que saben estar vivas que me muerde la espalda.
-I will show you fear in a handful of dust.-
Milton salta de la medianera al suelo. Enfunda sus pistolas de juguete con una destreza que me maravilla y me produce sorda envidia y silba torciéndose el labio inferior con los dedos de la mano izquierda. Tumba se le acerca y Miton monta en un solo y simple movimiento. Pasa a mi lado, me mira y me saluda tocándose el ala del sombrero.
Desde que descubrió a Clint Eastwood y vio Unforgiven, Milton quiere ser cowboy. Y está insoportable.