sábado, 3 de septiembre de 2005

Milton VII


Cierto es que podría comentar algo sobre la mínima eternidad que separa esta entrada en el diario de Milton de la útlima, allá por Junio. Pero cierto es también que el racconto de desventuras interesa sólo a periodistas y a viejas metiches.
Para resumir y evitar un mal cuento de Dickens, baste decir que estos meses no fueron pan, manteca y mermelada.
Vuelvo a hacerme cargo de este lugarcito y a llevar una muy exigua reseña de las idas y venidas de Milton.
Durante estos tres meses ella ha hecho más de lo que el puerco espín promedio sueña en las más audaces de sus fantasías.
No creo que valga la pena narrar en detalle este período, salvo ir reseñándolo a medida que vaya siendo menester.
Hoy por hoy y precisamente en este momento Milton está mateando en el patio con Kisa (mi gata) y trata de entender a semejante animal. No por complejo, sino porque tiene hábitos que ella considera extravagantes y perniciosos: lamerse el cuepo, cagar en una caja con piedras, maullar, etc.
Mi relación con ella se afianzó lo suficiente como para establecer lentos y cálidos diálogos sobre la naturaleza humana, filosófico tras filosófico cigarrillo de por medio, dada mi asocial permanencia en casa este último tiempo.
Para ser rotundamente franco, por ser un puerco espín, ella comprende mucho de personas.

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