“Unhappiness is selfish, grief is selfish. For whom are the tears?”
- Jeanette Winterson, Written on the Body
- Te voy a hacer la misma pregunta que me hacés vos siempre: ¿Qué es lo que querés? ¿Qué es lo que realmente querés, más que ninguna otra cosa, ahora?
- Quiero un caballo muy, muy rápido. Y muy grande. Y todo el viento.
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- El ron con Coca cura cosas.
- Con limón, sí.
- Es muy rico.
- ¿Saliste al final?
- Nop.
- ¿Tomaste Cuba Libre on your own?
- Sí.
- Sos re maligna.
- ¿Por?
- La gente no debe beber sola.
- Hipócrita.
- I’m a loner, es distinto.
- Y yo no.
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- Esa mina, con novio, es más soltera que vos sin pareja.
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- ¿Sabés cómo voy cuantificando el desamor?
- Seguro que por las veces que hablás sobre ello no. Contame.
- Por la cantidad de películas que veo en casa que no veo con la persona que quiero.
- Justifique la respuesta, por favor. En no menos de tres párrafos.
- Ahí siento que se va apagando. Es… para mí… es duro. Ver una peli en casa es una de las tareas (de los disfrutes) del amor a la que más importancia le doy.
- No me estás diciendo tanto.
- Es las veces que comprás el vino, o el salame y queso o el helado o hacés la salsa de las salchichitas porque sabés que eso es necesario esa noche en lugar de cocinar pastas o comprar la cerveza o el Campari o las aceitunas rellenas… es ese agotado vértigo de hacer algo que querrías, que deberías estar haciendo de otra manera para otro outcome.
- Te sigo.
- Y la película es la que vos querés (y te castigás por eso y pensás en cómo hubiera sido y la conversación y las risas o los análisis) y el momento es similar y la forma en la que arreglás las vergüenzas de tus cosas, de tu casa y de tus pelos y de tus muchas fallas… y hay un vacío y hay algo que ya no hay y seguís porque es necesario y porque las horas vienen una detrás de la otra.
- Nadie te obliga.
- ¿No? Es necesario el desamor. El de uno. El ideal falla. No, no falla, pero cuando falta, falta. Sí falla. ¡Argh! Es malísimo cuando tenés una conversación para purgar algo y en lugar de eso te pega con una plancha en la cara.
- ¿Sos débil?
- No. Sí. No. El tiempo corre hacia un solo lado. Y así se va construyendo. Película a película. Salteado a salteado. Vino a vino. Conversación posterior a conversación posterior. Y vas apagando lo fuerte de la comparación (porque la comparación es el demonio inevitable) que hacés bailar en tu cabeza durante la peli, a un ritmo imposible, cada vez que lo hacés de nuevo.
- …
- Es como esos lugares donde pegan carteles. Uno encima del otro, fatalmente. Y la gente los rompe en jirones irregulares y caprichosos. Llega un momento en el que se confunde todo. En el que nada se lee y nada tiene sentido. Vos sabés cuál es el cartel del recital al que querías ir. Y poco se lee de él. Ya no está la hora y hay cuatro o cinco letras de la dirección. Y ese caos de la tristeza arma algo que vos no podrías armar por vos mismo. Y así se va haciendo fuerte y así se matan las cosas inmortales.
- Demasiada gravedad para algo tan sencillo.
- Sí. Soy un pelotudo con este asunto. Es absurdo. Perdón.
- No pasa nada. Tu vino es bueno. Y la conversación también, cuando pasa por otros lados.
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- Vos estás loco. O enfermo. O las tres cosas.
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“They are scarcely adult, some men: they wish women to understand them, and to that end they tell them all their secrets; and then, when they are properly understood, they hate their women for understanding them.”
- Julian Barnes, Flaubert’s Parrot