‘Remembering speechlessly we seek the great forgotten language, the lost lane-end into heaven, a stone, a leaf, an unfound door. Where? When? O lost, and by the wind grieved, ghost, come back again.'
- Thomas Wolfe - Look Homeward, Angel
En la tierra de la Memoria, el tiempo siempre es Ahora.
En el reino de Tiempo Atrás, los relojes marcan las horas… pero las manecillas no se mueven.
Existe una Puerta Ignota
(oh, perdido)
y la memoria es la llave que la abre.
Los Fantasmas entran. De a uno y de a tres. De a uno y de a docenas.
Estamos acostumbrados
(ellos, yo)
a eso, no es el espacio normal el que restringe sus movimientos.
El lugar es igual de plural que sus caras.
Dejan
(donde sea)
su cálido equipaje. Estamos acostumbrados a eso.
¿Siempre fue así?
Siempre es así.
Se desparraman y laten: miles de gotas de inmutable pasado caen de las valijas y las mochilas, de las manos y los bolsillos. Caen y chocan y cantan al chocar.
Una melodía de tibieza que inunda pero no sofoca, que se desarrolla con parsimonia y con el desorden de los
(sueños, ¿sueño?)
sueños.
Una multitud que no tiene formas definidas. Ni materia.
Un pájaro de miga de pan, de besos y sueño, de atardeceres de lento sol y noches de cerveza y descubrimiento. De la conspiración amarga de un cigarrillo compartido para compartir algo más importante. De sábanas sin sueño
(un pájaro que vuela)
y sueños sin sábanas.
El paraíso está dentro mío si no cometo la imprudencia de olvidar
(oh, discordia)
o, peor aún, de juzgar.
Las gotas pueden arrasar el alma.
Pero eso no sucede.
Se forma y cae la cascarita del dolor y otra gota se suma para cantar con el resto.
Atemporal.
Simple, desnudo, paraíso.
La risa
(gotas)
del Gordo Adrián antes de que la apagaran.
Un paseo a la perra en una tarde perdida.
Tres palabras (¿cuatro?) dichas con los ojos claros.
Un pan
(gotas)
con manteca y la fascinada mirada atenta a las manos callosas del abuelo.
La tortuosa enredadera en forma de cara de gato comiéndose una pared en una casa que ya no existe.
Ignorando las duras fronteras del presente por un instante los fantasmas no mezquinan el infinito dulzor de tantísimos momentos de asombro y amor.
La orgullosa
(gotas)
mirada de mi vieja, la irresistible sonrisa de mi hermana.
La vertiginosa responsabilidad ante cada gesto de amor recibido, la abrumadora satisfacción por cada sonrisa dibujada en una cara amiga.
Palabras y pieles y sueños tatúan el mapa del alma.
(oh, perdido, y por el viento abatido)
Saber usar la herramienta del recuerdo para adecuar el futuro a nuestra forma hace que los fantasmas no pierdan el tiempo.
En la tierra de la Memoria, el tiempo siempre es Ahora.
Existe una Puerta Ignota.