miércoles, 15 de marzo de 2006

Milton XXVI


Polonius: What do you read, my lord?

Hamlet: Words, words, words.

Hamlet, II, II

El micro, de uniforme azul, número 151 de Andesmar sale con destino a la lejana Bariloche a las 1300 en punto -con la puntualidad de los astros- de la plataforma 10 de Retiro.

Geográficamente hablando tengo el culo descansando en el asiento más superior y más izquierdo del micro. El 09 para los que dejan que la quiniela juegue con ellos. En el 10, el inmediato a la derecha, una turbulencia azul se agita. De mi mochila sale una cabeza azul y peluda. Nace con un brusco resoplar desde las profundidades de tela de avión. Milton olisquea el aire y parpadea para adaptar los ojos a la luz del día. La verdad es que entra demasiada luz del día por el parabrisas superior del 151 de Andesmar.

-¿Ya está? Esto es indigno de mí.

-Ya está -digo mientras cierro mi libro (Yo, Claudio) y le aliso las espinas del lomo-. Estamos saliendo. Además vos insististe en gastar los 130 mangos de tu pasaje en puchos y cerveza.

-Era absolutamente necesario -Milton arruga la cara y pone voz de colectivo que no va a parar, voz de directoria de primaria menstruando-. Estoy segura de que allá en el sur no voy a poder conseguir estos Gaulois -saca uno y hace ademán de encenderlo, se lo saco con furia y sorpresa-, y que toda la cerveza que vamos a encontrar es esa artesanía hippie, diabólica y contra-natura (como la pizza de ananá) con gusto a calafate, oveja o ala de pingüino. Como si para que una persona normal pudiera tomar cerveza pasando Bahía Blanca tuviera que pedir cerveza de cerveza.

-Agradecé que no haya nadie que reclame tu asiento, porque la alternativa es ir en los portaequipajes de arriba de los asientos -le digo mientras los señalo con la mano y despliego una amplia sonrisa de conductor de programa de concursos-.

Milton mete la manito derecha para no perder su página -está leyendo La Tía Tula- y con la zurda me hace un gesto que, adivino, no es la cantidad de pasajes que compramos.

El paisaje en la salida de retiro es una pastilla grande de desconsuelo. Tanta pobreza en tan poco lugar con el Sheraton de fondo es como la cara de Ashley Judd en el cuerpo de King Kong.

-A veces la miseria ajena duele en forma física. Por más cínico y refractario a la compasión que uno se crea -le digo a Milton, adivinando lo que piensa sólo con ver la expresión con la que mira por la ventana frontal del micro-.

-Tu mundo está hecho como el culo, macho.

-Si tenés alguna queja -señalo con la misma cara de antes hacia la subida de la escalera-, ahí tenés a dos promotoras del laburo del diseñador gráfico de todo lo que ves.

Cruzando el mínimo pasillo, el las ubicaciones 11 y 12 del 151 de Andesmar se están acomodando dos monjas.